Creo que el cambio de cualquier sociedad se tiene que hacer a través de los niños.
Yo trabajé con niños desde siempre. Cuando yo era adolescente trabajaba en grupos de la iglesia y esa fue mi motivación para elegir este tipo de carrera.
En Perú, especialmente en la sierra, no se invierte lo suficiente en la capacidad de los niños. Nuestra forma de ser como peruanos hace que esto no se tome en cuenta. El valor que los niños tienen no es igual al de un adulto.
Los niños no son medias personas, son personas completas con opiniones, decisiones, con sueños, tristezas y angustias; sienten como los adultos. Por eso me gusta trabajar niños, por el hecho de que yo pueda darle valor a todo eso.
Mi lucha es constante con los adultos.
Cuando uno interviene en un caso de un niño lo sería que las familias se involucren en el trabajo, eso es lo más difícil. Es muy difícil cambiar los esquemas mentales de los adultos.
En mi experiencia con niños en este estado de vulnerabilidad es más difícil porque las carencias no son solamente económicas; son afectivas y son de educación de los padres. Entonces es difícil hacer entender a un adulto que la manera del niño para poder superar esa dificultad depende también de él.
Creo que también hay diferencias entre padres y madres, las mujeres son más pasivas, pero los padres dicen “no, es mi hijo y yo sé.”
Perú es una sociedad machista.
La mujer no se opone no porque está de acuerdo, solo se calla. No le han enseñado como comunicar y escuchar sus opiniones.
En mi trabajo con los niños desde hace 4 años, estoy enfocada en esa mentalidad de las niñas. Yo descubrí casos de niñas que creen que por el hecho de ser mujeres cuando sean adultas, van a sufrir mucho.
He escuchado mujeres en mis prácticas profesionales en hospitales, por ejemplo, que dijeron: “es una niña, que pena, va a sufrir, es una mujercita”. Se necesita cambiar esa mentalidad en mujeres y niñas. Las niñas tienen que crecer conociendo que la condición de ser mujer no es una condición terrible.
El machismo forma ideas en niñas que van a ser víctimas y forma niños con la idea de que la mujer vale menos y que pueden hacer lo que quieran.
Entonces es lo mismo, hay que cambiar esta mentalidad. Tiene el mismo sentido en las cualidades del hombre: el hombre no llora, el hombre es fuerte; puede ser muy protector, muy cariñoso pero el mensaje es que él es más fuerte que ella.
Debería cambiar primeramente la educación, enfocarse menos en contenidos y más en los valores.
Se descuida la parte de la formación personal de los niños. Hay escuelas que tienen psicólogos y una tutoría donde se habla de este área personal, pero hay un psicólogo para 200 niños.
Creo que los niños solamente son producto de su formación.
En general yo he trabajado con personas que viven en hogares, que tienen dificultades en tomar decisiones. Ellos no han desarrollado la capacidad de tomar decisiones, porque en el hogar han decido por ellos, incluso lo que van a hacer en su tiempo libre.
Ellos no han desarrollado tampoco una estrategia de resolver conflictos porque siempre tienen por encima a la autoridad, el que resuelve o no resuelve.
En mi trabajo, las cosas gratificantes no son cuantitativas, siempre son cualitativas.
Porque yo veo el cambio en los niños, en los pensamientos, en las emociones. Por ejemplo, cuando un chico me dijo: ‘hoy me pude controlar y me sentí bien’ – eso es la inteligencia.
También veo que hay niños que pueden educar a sus padres, porque han aprendido la lección. Tienen la capacidad de decirle a sus padres cuando algo no está bien.